CANSADA DE TRIUNFAR EN LA VIDA...

PORQUE EL ÉXITO ME PERSIGUE

6.10.06

QUE APAREZCA


Subile, subile más". La voz imperturbable del comisario Miguel Etchecolatz surgía en las sombras de la vieja delegación Cuatrerismo, de Arana, para aumentar la carga de batería conectada a la picana. Según Julio López, el ex jefe policial permanecía al costado del camastro donde era sometido a torturas e intervenía cuando la electricidad sobre las tetillas o los testículos "no eran suficientes".La primera sesión fue el 28 de octubre de 1976, un día después de su secuestro, y todavía percute en su cabeza aquella orden "subile, subile...". Peronista sin formación militante, aún con el apasionamiento despierto, hasta los primeros meses de 1976 fue un colaborador periférico de la unidad básica de su barrio, en Los Hornos. En la UB hacían su experiencia de cuadros los jóvenes de la Tendencia. Era un espacio de Montoneros. "Creo que me secuestraron porque ayudaba a los muchachos. Colaboraba con los que salían a la calle (después del golpe del 24 de marzo) no con la cúpula como Firmenich que se fueron con la guita de la organización", declaró el 28 de junio de este año en el juicio. El destino, además de trágico, a veces resulta caprichoso: a mediados de la década del 60 López fue convocado para unas refacciones en la antigua estancia "La Armonía" —que después fue utilizada por el Ejército— y también para la construcción de habitaciones. En 1976 fue tabicado en el mismo lugar, conocido como Pozo de Arana. Durante el juicio aportó datos clave de la edificación usada como mazmorra. En cautiverio pensaba en recuperar su libertad "para matar a Etchecolatz". La obsesión era su esposa y los dos hijos varones (Rubén y Gustavo), pero el rostro de su cancerbero atormentaba sus días. Después de 30 años lo enfrentó en la audiencia, con el testimonio. Resultó un elemento decisivo para la condena del ex Director de Investigaciones. Contó cómo fusilaron al matrimonio de Patricia Dell Orto y Ambrosio De Marco en "El Pozo", bajo supervisión de Etchecolatz. Fue a principio de noviembre de 1976. Ambos militaban en la UB de Los Hornos.López había llegado a esta localidad desde General Villegas. Oficio: tareas rurales y conocimiento de albañilería. Algo lo entusiasmaba tanto como el "Perón Vuelve"; los corsos de la avenida 137. Allí aplaudió a Juan D'Arienzo, la orquesta preferida de su madre Consuelo y papá Eduardo.Sus hijos aseguran que todavía conserva recuerdos nítidos de aquella época. El Parkinson no abandona el temblor de sus manos, pero "su cabeza" todavía está a resguardo. "No es un amnésico", refiere Nilda Eloy, su compañera de cautiverio. Hasta hace poco andaba en bicicleta por el barrio. Siempre fue metódico con su escritura —no obstante el segundo grado de su infancia— para el momento de su declaración judicial. Tardó en llegar, pero logró condenar a su verdugo. No escuchó la sentencia y es el mayor misterio
Por Rodolfo Lara

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